Me llama una amiga para preguntarme que es lo que puede hacer después de que un medio de comunicación ha publicado una fotografía suya en la calle tras sufrir un accidente. Está indignada porque considera que el medio está vulnerando su intimidad y su dignidad. Se siente indefensa. Percibe que no puede hacer nada porque el daño ya está hecho. Me habla de la ética, de la deontología y me pregunta sobre las vías a las que puede recurrir.

Siento el sufrimiento de cerca e intento articular una respuesta que pueda acercar algo de consuelo a la situación pero realmente me doy cuenta de que no hay nada que hacer. La única respuesta que soy capaz de dar es invitarla a esperar que el tiempo pase.

El tema me acompaña en las siguientes horas y días y me acerca a una realidad que muchos deben haber vivido en un estado de ánimo similar al de mi amiga. Me pregunto las veces que los periodistas podemos dañar las vidas de alguien o provocar algún sufrimiento en virtud de una supuesta verdad o de algún concepto noticiable que no siempre es del todo claro.

Tengo la impresión que demasiadas veces lo más importante para el periodista es publicar algo que atraiga la atención de nuestro público sin tener presente lo que podemos acabar provocando. Francamente, analizando fríamente el tema que me plantea mi amiga, no tiene ningún sentido periodístico su aparición mediática ni la foto que la acompaña. Entonces, ¿por qué lo publican? Me contesto yo mismo: se trata de un accidente en el que se percibe sangre, dolor, tensión… vende y el medio piensa en vender por encima de todo.

En los últimos años hemos evolucionado mucho en aspectos clave de nuestra profesión: las herramientas que utilizamos, las capacidades para utilizar estas herramientas, en los productos que somos capaces de producir, en la facilidad para explicar los hechos a nuestra audiencia… Pero lo que quiero saber es si hemos evolucionado lo suficiente en la consideración de que nuestro objeto básico de acción son las personas. No me vale el “yo sólo explico lo que pasa y no puedo pensar más allá”, de la misma forma que no entenderíamos que un médico tomara una decisión sin contemplar las consecuencias que tal decisión puede tener para la vida del que la recibe.

Cómo profesionales necesitamos reflexionar más sobre lo que hacemos y sobre las consecuencias de lo que hacemos. Creo que la mala valoración que nuestra profesión tiene en la actualidad entre la opinión pública tiene más que ver con esto que con cubrir bien o mal alguna información o con tener unas mejores o peores herramientas para ofrecer esta información. ¿Cuántas veces debemos haber arruinado la vida o perjudicado a alguien bajo el pretexto de publicar una noticia que después se ha demostrado no ser cierta? Bajo mi opinión, si estuviésemos hablando de una sola persona nos debería caer la cara de vergüenza.