La comunicación es a las crisis lo que el agua a la cocción. O sea, un elemento prácticamente imprescindible. Sin comunicación difícilmente podremos gestionar una crisis. De entrada, las crisis no podemos considerarlas como tales si no las encontramos en los medios de comunicación. Una crisis la podemos considerar un problema comunicativo cuando la vemos aparecer en los mass media. Antes de que esto suceda, podemos estar ante un incidente, un accidente o una incidencia. Pero la crisis, en nuestro ámbito de actuación, existe a partir del momento en que la sentimos en la opinión pública porque ha sido difundida por los medios. Y debemos considerar como medios cualquier forma de difusión de la información que se transmite masivamente. Por lo tanto, estaremos pensando no sólo en la radio, la prensa o la televisión. Vamos a considerar también como medio de comunicación una intranet, un medio digital, una red social o la newsletter de una organización.

En estas condiciones nos debería hacer reflexionar que si no son pocas las multinacionales que disponen de equipos de trabajo específicos para abordar estas contingencias y de departamentos que permanentemente están monitoreando situaciones que pueden desembocar en crisis, tendría que ser normal que una organización de dimensiones más pequeñas y quizás más vulnerable tuviera en consideración la prevención de estas situaciones. Y resulta evidente que esto no es así. ¿Podemos permitirnos el lujo de menospreciar lo que esto supone? ¿Podemos ahorrar a toda costa en comunicación de crisis? Seguramente la respuesta debe ser contundente: no. Aquellos que han vivido en sus carnes la gestión de una crisis en la que la comunicación ha tenido un peso destacado lo saben mejor que nadie.