El otro día, un estudiante del Máster en Comunicación Corporativa y Estratégica de la UPF-Barcelona School of Management que dirijo me hizo la siguiente reflexión: “No sé qué es lo que he aprendido en este programa, pero creo que soy una persona distinta a la que entró. ¿Habré dejado de ser yo misma?” Esta situación me ha permitido reflexionar sobre la tensión entre la autenticidad y el cambio.

Demasiadas veces vemos el cambio como una renuncia, como una pérdida de autenticidad. “Es que si cambio dejaré de ser yo”, decimos. Tal y como lo veo, no se trata de un sacrificio; cambiar es la evolución natural que te permite seguir siendo tú mismo. O sea, sin cambio no hay autenticidad. Por tanto, cambia para ser auténtico. Eso no quiere decir que te tengas que despojar de esa capa que te hace reconocible y único. No imites a otros, ser tú es lo más auténtico que existe. No hay nada más valioso que aquello que te diferencia y la renuncia a ello puede llegar a suponer alejarte de ti.

Es por eso que me permito enumerar cinco conceptos que nos facilitarán gestionar la tensión entre la autenticidad y el cambio.

1. Ser auténticos.

Sed vosotros y no dejéis que las modas u otros os aparten de la efectividad que supone defender vuestro propósito y vuestros valores. Tú eres lo más auténtico que hay.

2. Cambia cuando sea necesario.

Sé tú mismo, pero no tengas miedo de ser una mejor versión de ti mismo. Cambiar no es malo y no supone fallar. En muchos casos, visto lo visto en nuestro mundo, la posibilidad de mejora con el cambio es altísima.

3. Sigue aprendiendo, creciendo y adaptándote.

La rigidez es enemiga del progreso. Cambiar no es traicionarse, es evolucionar con conciencia, manteniendo firmes los valores, pero abiertos a nuevas formas de expresarlos y vivirlos.

4. Escucha con atención.
Escuchar, además de ser un acto de respeto y de generosidad, es una fuente inagotable de aprendizaje. Sin escucha es muy difícil que exista aprendizaje.

5. Y sigue caminando.
El movimiento es vida. La duda, el miedo y el error son parte del trayecto. Pero lo importante es no detenerse. Camina con valentía, con humildad y con la mirada puesta en lo esencial.