Miro un programa de debate en televisión que incluye los mensajes de texto vía móvil que envían los espectadores. El debate se torna apasionado y hasta tenso y observo como la tensión también se va apoderando de los mensajes de los televidentes. Los protagonistas del debate consultan los mensajes y retroalimentan sus opiniones, dirigiéndose a la audiencia, en muchas ocasiones, de forma directa.

Coincidiendo con la máxima escalada de tensión recibo en mi móvil un mensaje WhatsApp de un conocido que de forma masiva insulta a uno de los protagonistas del debate y pide que no se le vote en las próximas elecciones. En pocas horas, mi cuenta de WhatsApp atesora un debate paralelo sobre el mismo tema. Esta intromisión privada recibida del debate público me suscita algunos interrogantes:

¿Los medios tradicionales alimentan los contenidos de lo que conversamos en los medios digitales, o es justamente lo contrario? ¿Los medios digitales ofrecen el combustible necesario a los medios tradicionales para que estos no se vean desplazados a la marginalidad? ¿Quién alimenta a quién? ¿Los mensajes sms del programa son una farsa elaborada por el equipo de producción del mismo, o son la expresión de la opinión de la audiencia? ¿Qué nivel de representatividad debemos darles? ¿Estamos ante un feedback preciso de nuestros espectadores o es una muestra parcial de solo aquellos activos y motivados por el tema? ¿Por qué alguien tiene la libertad de enviarme un mensaje a mi Smartphone sobre un tema que de no ser porque estaba siguiéndolo por televisión me hubiera podido parecer como poco extemporáneo? ¿Debo filtrar más los mensajes que recibo o a las personas con las que me relaciono?