La búsqueda de la felicidad es posiblemente el motor social más intenso del que dispone nuestra cultura. Nada como la felicidad permite mover más voluntades y genera más actividad. Pero, ¿cómo conseguirla? ¿Dónde está el secreto que nos conduce a ella? Disfrutar con lo que hacemos. Pienso que se trata de eso. Demasiadas veces buscamos la felicidad en experiencias extraordinarias que no podemos llevar a cabo más que de vez en cuando. Se trata de una actitud que me parece equivocada. Si la felicidad está en esos momentos extraordinarios no podremos gozar de ella más que en contadas ocasiones. Es la imagen de aquellos que trabajan toda la semana para ser solo felices el fin de semana. La relación es de 5 a 2, claramente por tanto, por debajo de lo deseable.

Es por ello que admiro a los que buscan la felicidad en su día a día, en las cosas que hacen a menudo. La ecuación es clara: si la felicidad se encuentra en eso que repetimos en nuestra rutina diaria, en lo que hacemos cada día, vamos a ser muy felices. Pero, ¿cómo conseguir que algo que es habitual, común, pueda acercarnos a la felicidad? ¡¡Disfrutándolo!! Tengo la impresión que va de esto.

He tenido la suerte de trabajar siempre en algo que me ha parecido un regalo. Las experiencias que he acumulado en los ámbitos en los que me he movido (periodismo, comunicación corporativa y de crisis, básicamente) me han hecho disfrutar siempre. Más de una vez me he planteado si era buscado o encontrado. Si era una consecuencia o una causa. Tampoco he sido muy capaz de llegar a ninguna conclusión más allá de que mi profesión me hacía feliz. Sentimiento que he compartido con muchos de los colegas con los que puedo gozar a diario de esta profesión. ¿Qué nos une? Qué todos disfrutamos de lo que hacemos.

No creo en la suerte así sin más. Creo en la suerte como una consecuencia. Y por tanto, tengo la impresión que ante la situación no nos une la suerte. Nos une la voluntad expresa de querer disfrutar de lo que hacemos. Quizás disfrutar también sea una actitud y no una consecuencia. Pero cada día que pasa tengo la impresión que hay una relación directa e intensísima entre disfrutar y felicidad y que el objetivo vital que tendría que movernos en nuestro día a día sería que todo lo que hiciésemos nos hiciera disfrutar. Así, sin casi darnos cuenta, vamos caminando hacia la felicidad.