Hace unas semanas intentaba explicar en un artículo como es posible avanzar en tu día a día hacia un espacio de felicidad permanente. Vaya, hacer de la felicidad algo común y habitual. Me centré en el ámbito profesional y en la suerte de poder realizar una profesión como la que tenemos para cubrir ese objetivo en la que existe una voluntad expresa de querer disfrutar con lo que hacemos. La relación entre disfrutar de lo que haces y ser feliz tenía y tiene una relación inversamente proporcional.

Pero me dejé un ámbito vital para entender los pasos que nos llevan a la felicidad: la vida personal. De hecho, soy de los cree que la relación entre la vida profesional y la vida personal se genera mediante vasos comunicantes. Me resulta envidiable aquellas personas que tienen la habilidad de vivir ambos aspectos (el personal y el profesional) como si se tratara de dos realidades totalmente diferenciadas. Estoy convencido que hay algo de Doctor Jekill y Mister Hyde en ellos. Difícilmente algo importante en cualquiera de los ámbitos no afecta al otro.

Por tanto, si la felicidad en el ámbito profesional tiene que ver con la voluntad de querer serlo ¿por qué no en el ámbito personal? Y más aún teniendo presente que en la vida personal todo parece indicar que los condicionantes externos tienden a ser menores. Vaya, que podemos tomar más decisiones y condicionar más lo que hacemos. Seguro que existen situaciones objetivas personales que dificultan y mucho la capacidad de ser feliz y lo máximo que puedo expresar para con ellos es mi respeto y mi solidaridad. Pero se entiende que es en la vida personal en la que, mayoritariamente, tomamos más partido con nuestras decisiones. Por tanto, ¿por qué demasiadas veces tomamos decisiones tan equivocadas y que irremediablemente nos conducen al error y por consiguiente a la infelicidad? Seguramente porque no pensamos en la felicidad como una consecuencia. Quizás porque pensamos que se trata de una lotería que se reparte desde el azar. Si la viéramos desde los ojos de la voluntad con un relato de positivismo permanente y diario posiblemente nos daríamos cuenta que todo cuadra: ¡¡ser feliz puede depender de nosotros!!