Participo como ponente en un congreso. Hablo sobre comunicación y liderazgo. Al tener mi intervención a última hora de la mañana, escucho a otros conferenciantes antes de intervenir. De todos me sorprende lo mismo: la contundencia con la que explican las recetas y las pautas para conseguir los objetivos sobre lo que exponen. Son muy directos y diáfanos. Parece que lo tienen todo tan claro que llegan a abrumar. Con contundencia, seguridad y firmeza nos ofrecen el camino hacia el éxito, la ruta que debería conducirnos a ver colmados nuestros objetivos. Suenan a recetas mágicas. No os engaño que me sorprende y hasta me genera un punto de admiración porque, normalmente, a mí me resulta difícil tener tan claras las cosas como, aparentemente, no les cuesta a mis colegas. Pero algo no me resulta natural. Las palabras de algunos de ellos me suenan impostadas y me generan incomodidad. Hay algo de opaco en la forma en la que lo expresan.

La situación me obliga a cambiar el principio de mi intervención. Empiezo:

“Siento empezar afirmando que no voy a ofrecer ninguna receta mágica sobre comunicación y liderazgo. Siento deciros que no voy a actuar como el resto de los ponentes que acabáis de escuchar. Las recetas mágicas no existen. Y todos aquellos que os las prometen u os las explican os engañan. Nadie explica una receta mágica si dispone de ella o ¿pensáis que los creadores de la Coca-Cola van proclamando la fórmula mágica en los congresos o encuentros del sector? Si alguien tiene una fórmula mágica, que sea realmente mágica, intentará vendértela. Por tanto, no os dicen la verdad. Puede ser que lo hagan con buena voluntad, pero el camino hacia el éxito que prometen no va por allí donde dicen. Por tanto, ¿qué es lo que voy a hacer yo aquí? ¿Qué es lo que pienso que deberíamos hacer todos los que subimos a este escenario? Reflexionar con vosotros para intentar delimitar pistas que nos permitan seguir avanzando. Y, sinceramente, no me parece poco. Pero no más que eso. En consecuencia, si esperabais recetas mágicas, siento decepcionaros”.

Una vez terminada mi participación pienso si ¿no podría ser que, aquella seguridad y contundencia de los que han hablado, fuera una fachada que intentara ocultar sus propias dudas?