Los límites donde se sitúa el bien común y los actores que juegan un rol en este espacio han entrado en crisis. El modelo existente hasta ahora se ha colapsado. La ética debe ayudarnos a definir los nuevos límites.

Las generaciones que pasamos de los cincuenta fuimos instruidos en una lógica social en la que lo que se consideraba bien común era una competencia y una responsabilidad básicamente del Estado. Los individuos nos teníamos que ocupar de defender intereses particulares y sectoriales. Nuestra participación en el bien común se limitaba a pagar los impuestos, cumplir las leyes y votar.

Este hecho, fue considerado, en el momento en el que se implantó tras la dictadura, una gran ganancia dado que los conceptos bien común e intereses particulares estaban dirigidos y orientados desde la falta de libertad de un régimen dictatorial. La nueva concepción era una clara mejora de lo que teníamos hasta el momento y nos acostumbramos a la idea de que el Estado, si considerabas cualquier actividad como bien público, se encargaba de organizar directamente o encargar su organización a otra (subcontratación, subvenciones…).

Esta situación ha terminado incluso, creando un imaginario en el que a muchos ya les va bien que sea el Estado el depositario del bien público. Quizás se ha interiorizado la idea demasiado acríticamente.

Pero este sistema ha entrado en crisis por dos motivos: por un lado, se ha constatado que el Estado no puede garantizarlo todo; por otro, la sociedad civil siempre ha mantenido una vocación de bien común y ha comenzado a reivindicar la necesidad de gestionarlo. Uno de los primeros síntomas de esta crisis se produce en el momento en que estallan las ONGs (organizaciones que se definen justamente porque no son gubernamentales, o sea, que a pesar de ocuparse del bien común no son los gestores habituales de este espacio).

Estos tránsito hacia un nuevo esquema donde del bien común tiene responsabilidad gente que no es gobierno (ONGs, empresas, plataformas, fundaciones …) plantea decisiones que no se habían producido nunca y que tienen una deriva ética. Y si consideramos la ética como la definición de los límites entre lo que podemos hacer y lo que no, el debate está servido.

Para hacer más completo el análisis hay que añadir dos cambios trascendentales más. En primer lugar, el bien común se modifica. Hoy es impensable definirlo sin considerar aspectos que no eran motivo de esta idea hace unos años como la defensa del medio ambiente, el respeto de género, el bienestar animal, etc. Y en segundo lugar, el bien común incorpora la defensa de aquellos que no estarán, o sea, no se piensa en el hoy y suficiente para que la defensa del bien común supone defender los derechos de aquellos que lo han de disfrutar en un futuro. Defendemos el bien común para los que vendrán porque si no lo hacemos, puede que no exista. Este cambio de modelo social donde los mercados y la presión social tienen un rol preponderante pide que se tomen decisiones. Nos encontramos en un cruce donde la ética debe jugar un rol destacado.

¿Cómo debe actuar un líder social, empresarial… ante esto? ¿Qué papel juega la comunicación y el marketing en esta toma de decisiones? Estos fueron los temas de debate de las dos sesiones sobre ética conducidas por Vicenç Villatoro en la UPF Barcelona School of Management el pasado mes de enero. En el curso también participaron Begoña Román, Rafael Vilasanjuan, Juan Insúa y Josep Santacreu.

Resumir el contenido y las reflexiones que se produjeron, no sólo por parte de los ponentes sino también de los participantes, no es fácil, pero del conjunto de consideraciones que se hicieron destacamos las siguientes que pueden ayudar a la reflexión generada:

  • “Ante la tensión de este momento de cambio en el que nos encontramos, la ley hace tarde. Los códigos deontológicos, no sectarios, excesivamente corporativistas y sin presiones empresariales, pueden ser la solución”.
  • “Es vital, ahora más que nunca, no convertir la ética en un artículo de lujo”.
  • “Es posible que demos validez a hábitos y costumbres por el simple hecho de que todo el mundo lo hace, sin discutir, si está bien o no. Demasiadas veces jugamos con la moral del tablero donde te estamos”.
  • “La singularidad del momento es que raramente la decisión ética se produce entre el bien y el mal sino entre cosas razonables que están en contradicción. A menudo la decisión que tomamos es la mejor que podemos tomar en ese momento. Muy a menudo nos movemos en un marco de aceptar el mal menor”.
  • “Es imprescindible que hagamos estos debates y definimos dónde queremos ir porqué si no sabes dónde vas, acabas en otro lugar”.
  • “Uno de los cambios más importantes que posiblemente tenemos que hacer es dejar de pensar como individuos únicamente. Sino nos pensamos como especie, tenemos un problema muy gordo”.
  • “La etapa actual pide involucrar a la ciudadanía en la gestión y construcción del bien común. Este concepto ha cambiado y hay que ponerse de acuerdo sobre qué consideramos bien común”.
  • “No tenemos planeta B y está demostrado que como gestores lo hemos hecho bastante mal”.
  • “Seguramente los concepto público y privado deberían cambiar. Privado ha sido asociado a algo negativo y eso ahora no debería ser así, sobre todo porque desde el espacio privado se entra en la gestión del bien común. Además, debemos saber entender que tu contribución al bien común puede entrar en contradicción con el bien común de los otros”.
  • “Dedicamos poco tiempo a pensar en los problemas. Estamos demasiado enfocados a resolver y actuar y esto hace que cometamos muchos errores. La clave para encontrar una buena solución es analizar bien el problema”.

En definitiva, los límites donde se sitúa el bien común y los actores que juegan un rol en este espacio han entrado en crisis. El modelo existente hasta ahora se ha colapsado. En una sociedad marcada por la transición entre modelos culturales, los liderazgos son fundamentales porque no sólo deben tomar un volumen de decisiones más elevado sino que también tienen que enfrentarse a situaciones hasta ahora desconocidas. Es posible que este hecho incremente el número de errores cometidos. La ética nos debe ayudar a definir estos límites.

(Puede encontrarse en https://www.bsm.upf.edu/es/noticias/retos-eticos-del-liderazgo-en-plena-crisis-del-bien-comun)