Existen una serie de hábitos que generan placer en el ser humano, aunque esté demostrado y sea conocido que son perjudiciales tanto para la salud mental como física: tabaco, alcohol, azúcar y edulcorantes, videojuegos, máquinas tragaperras… Su uso continuado crea adición y dificulta la capacidad para extinguirlos. La ciencia ha investigado sus efectos y ha definido sus características. Así pues, hablamos de tabaquismo, alcoholemia, ludopatía, nomofobia… Todos estos hábitos tienen en común que generan dependencia. La adicción es una patología crónica del cerebro que se basa en la búsqueda del alivio a través del consumo o uso repetitivo de sustancias u otras conductas similares.

Distintas investigaciones realizadas en la Universidad de California han concluido que quejarse también es un hábito que genera adición. O sea, las personas que se quejan, como las que fuman, necesitan seguir haciéndolo. El desarrollo de esta conducta implica, para el sujeto adicto, la incapacidad de controlarlo, la dificultad para abstenerse, así como una respuesta emocional disfuncional. Esta situación crea problemas en la vida de la persona adicta. Por tanto, aquellos que siempre se quejan, no sólo resultan más incómodos (no nos gusta estar con gente que siempre se queja), si no que disponen de una menor calidad de vida y, además, tienen una adición.

Quejarse predispone al cerebro para volver a quejarse. Le genera una ruta de respuesta a la situación que se le plantea que, con posterioridad, le será más fácil de utilizar. Con esta lógica, y con el paso del tiempo, será más fácil ser negativo que positivo. La queja se convertirá en algo habitual que no se percibirá como negativo pero que hará que tu alrededor se aleje de ti. Si puedes escoger, ¿con quién prefieres estar, con alguien que se queja siempre o con alguien que tiende a la positividad?

Además, diversos estudios realizados en la Universidad de Stanford demuestran que quejarse reduce el hipocampo que es un área del cerebro crítica para la resolución de problemas y especialmente para abordar las ideas complejas. Las investigaciones analizaron cómo eran los hipocampos de personas que se quejaban constantemente. El deterioro de esta zona era altísimo. Cabe tener en cuenta que esta parte del cerebro es una de las más atacadas por la enfermedad del Alzheimer.

También se ha demostrado que quejarse genera problemas físicos porque el cuerpo libera cortisol que es la hormona derivada del estrés. Como consecuencia, se eleva la presión arterial y el azúcar. Este exceso que cortisol liberado, afecta a nuestro sistema inmunológico, que queda más desprotegido, y se puede ser más propenso a padecer diabetes, enfermedades del corazón, colesterol alto… Como toda adición, la queja sólo genera problemas.

Las mismas investigaciones de la Universidad de California concluyeron que las personas que en su día a día intentan tener una actitud de gratitud y agradecimiento hacia su entorno experimentan una mejoría, tanto en su estado de ánimo general como en la disposición energética con la que afrontan las situaciones. Esas mimas personas investigadas tenían una disminución de ansiedad debido a los bajos niveles de cortisol. Estos estudios demuestran que la queja es una adición y debe ser tratada como tal. De la misma forma que tratamos a las personas adictas al alcohol o al juego deberíamos tratar a las personas que han hecho de la queja el relato de su vida. Posiblemente, son menos conscientes de las dificultades con las que se enfrentan y esto las hace todavía más vulnerables.